martes, 26 de septiembre de 2017

Quien corre en Panamá puede correr en cualquier lado

Hace unos días estuve en el Maratón de Medellín, mi maratón #4 y la primera fuera de Panamá.  Puedo decir que la preparación fue super diferente.  La teoría fue igual al año pasado, mi coach (aka Fer, el makumbero señor policía) no varió el training porque si algo resulta, para qué cambiarlo!  Solo debían variar los ritmos, porque este año estoy un poquito más rápida.  La meta era hacer 4:30, o al menos bajar de los 4:38 del año pasado en el Maratón de Panamá.  Sin embargo, la práctica fue otra cosa, mucho no salió según lo esperado. 

Para empezar el clima, que usualmente respetaba en las mañanas, esta vez no ayudó para nada.  A diferencia del año pasado, que hice TODO mi entrenamiento al 100%, esta vez perdí varios porque la lluvia no me dejaba salir de la casa, y luego tenía que ir a trabajar. 

Otra situación que me ocurrió fue el tema de las zapatillas.  Jamás he tenido problemas de ampollas, y casi me he podido poner cualquier zapatilla.  En esta oportunidad, compré dos pares de zapatillas nuevas (y caras!) para encarar los entrenamientos del Maratón, ambos pares me los probé, y no tuve ningún problema.  La realidad es que el primer par me hizo heridas en la parte de atrás del pie (dolorosísimas, que me tomaron días sanar), y el segundo par me hicieron unas leves ampollas en los pies. Ni para caminar me sirvieron.  Resultado:  el primer par le funcionaron de maravilla a mi hija Sofy, quien las usa “pa salir por ahí”, y el segundo lo he conservado para hacer ejercicios en casa (o sea, algún día las usaré!).  A esas alturas del partido no tenía ganas de experimentar, así que Fer y yo decidimos que entrenaría con mis “sopeteadas” viejas zapatillas, que aún me sirven de maravilla, y el maratón lo correría con las del maratón del año pasado.  Ni modo, nada de taquilla con las zapatillas, pero fue la mejor decisión; ya habrá tiempo de comprar para el año que viene.  Mis pies se volvieron finos, pues!

Otra cosa ocurrida fue que a mi amado Garmin 310XT se le ocurrió la feliz idea de rompérsele la correa una semana antes del maratón, una semana!!  Justo cuando no podía hacer nada.  En Panamá no la venden porque es un modelo viejo, y para traerla por internet se necesitaba más tiempo (incluso si hubiese estado a tiempo de que me llegara, para esos días ocurrió lo del Huracán en Florida, donde tengo mi casilla de compras, y los aviones estaban demorando en partir).  Obvio, me estresé durísimo porque me conozco muy bien ese aparatito, y la solución definitiva fue usar el Garmin de Fer; él corrió sin reloj.  Ya anteriormente había corrido con ese reloj y me parece liviano y divino, pero no era el mío!  Tuve que volver a tomar la clase de cómo usarlo, y lo practiqué esa semana previa.  Ni modo.  (P.D. por fin ya llegó mi correa… ;)



Y como estas situaciones, también hubo lo de siempre, estrés familiar, laboral, etc.  Me sentía medio salada para el viaje.  Lo peor de todo:  odio volar. Me parece maravilloso conocer nuevos lugares y todo eso… jejeje pero habrá otra forma? La verdad es que odié volar (soy una floja!).

Parte del grupo de panameños que viajamos a Medellín


Ahora sí viene lo bonito.  Medellín me encantó.  Todo.  La ciudad, la carrera, la gente, (la comida!!).  Aquí debo decir que tuvimos la ayuda de Ruthy y Antonym para preparar este viaje, y considero que fue excelente.  Fuimos un grupo de panameños, que no nos conocíamos, más que por el grupo de chat del viaje.  Como en todo, siempre habrá temas fuera del alcance de la organización, pero en general, nos fue super bien.  El día que llegamos fuimos a la Plaza Mayor a recoger los kits de la carrera, me gustó vivir la experiencia.



Mi cara de felicidad (foto de Alexis Bullen)


Aquí nos ocurrió una anécdota con los Uti (una pareja muy divertida) y Alexis, queríamos volver al hotel en taxi y había qué clase de tranque a las 5 p.m.! peor que en Panamá.  Qué risa, aprendimos a tomar la buseta de San Javier (2,000 pesitos no más), todavía me río de la cara de Fer!

Nosotros en la buseta de San Javier (foto de Yasmila)


Al día siguiente, que curiosamente fue el día del amor y la amistad en Colombia, la mayor parte de nuestro grupo se fue a hacer parapente (qué locos!).  Yo soy demasiado floja para esos eventos (ya lo dije), pero sé que se divirtieron mucho.  También esa noche fueron al famoso juego de fútbol del Atlético Nacional vs Millonarios, y en la calle de nuestro hotel estaba el Estadio Atanasio Girardot, ya hay que imaginarse el ambiente, todo el mundo con su sweter verde y blanco, era casi como un clásico!, porque enfrenta a los dos equipos más ganadores de Colombia.  Si no hubiese tenido que correr un 42k al día siguiente, me hubiese encantado ir y ver ese gol en el minuto 93 en vivo. 

Para Fer y para mí ese día (sábado) fue tranquilo, fuimos a la Plaza de Botero a ver las famosas 23 esculturas monumentales de bronce que el artista Fernando Botero donó a su ciudad; me tomé fotos con todas las que pude, me encantó! Y creo que a Fer también… ya que tocó muchas nalgas de todas esas mujeres de bronce (dijo que tenían sustancia ;). Es muy curioso ver esa parte de Medellín donde se respira tanta cultura, el Museo de Antioquia, la Plaza de Botero y el Palacio de la Cultura, justo al lado de una zona bastante humilde.

Yo me creía musa de Botero ;)

Hagamos unos estiramientos!

Fer no perdió oportunidad


También estuvimos en el Parque de los Pies Descalzos, cuyo propósito como dice su nombre es quitarte los zapatos y entrar en contacto con la naturaleza.  Es un lindo lugar con un jardín zen, un parque de arena, un bosque de bambú (después me enteré que es el “bosque de los enamorados”).  En definitiva, un plan tranquilo, ya que al día siguiente “era la vaina”.






La mañana del domingo llegamos a la carrera con el tiempo justo; solo alcancé a dejar mis pertenencias en el guardarropa (excelente organización, ya que solo me tomó un par de minutos), tomar algunas fotos (la taquilla je je je) y tomarme un café en el stand de Colcafé, gracias al cielo por ello!

El café que me salvó la carrera

Parte del grupo de 21 y 42 (Foto propiedad de Antonym Muñoz)


La fila del baño larguísima y no pude ir, faltando cinco minutos me tuve que salir de la fila, ni modo, ya que la carrera estaba por comenzar.  No es como en nuestro pequeño país donde ahí mismo está todo, tuvimos que caminar como 10 minutos para llegar a la línea de salida, por cierto, llegamos ya iniciada la carrera.  Fer y yo compartimos los primeros 12 kilómetros juntos, ya que los de 21 y 42 kilómetros arrancábamos a las 6:30 a.m., él no había entrenado en 6 semanas así que le convino ir conmigo a mi ritmo tortuga (por cierto, muy orgullosa de tu esfuerzo en esta carrera Fer).

Mi cara cuando ví a Antonym trepado en un puente de Medellín (foto de Antonym Muñoz)



Qué nivel de emoción, después de 6 semanas sin correr (foto de Antonym Muñoz)

El plan era ir a un pace de 6’45 los primeros 5k y luego instalarme cómodamente los siguientes 27 kilómetros en 6’20.  Si lograba salir de allí viva, entonces podría acelerar si quería los últimos 10.  Ya en otras maratones me ha pasado que arranco “pritti” bien acelerada porque me siento bien, y la factura me la pasa el kilómetro 32-34.  Así que, ese era el plan.  Como era de esperarse no lo seguí (lo siento coach).  Lo intenté, en serio.  Luego del kilómetro 12, o sea, después de separarme de Fer, me empecé a sentir mejor y confiada.  El ritmo por kilómetro estaba entre 6’00 y 6’10 la mayoría de las veces. Eso me dio temor, ya que según la altimetría de la carrera, venían subidas hasta el kilómetro 28-29, pero repito, me sentía bien.  La estrategia que seguí era ir más lento en las subidas o en caso de sentirme muy cansada, pero nunca jamás parar a caminar, ya que le viene muy mal a mis rodillas y no me gusta sufrir en el maratón.  O sea, me gusta sufrir poco jejeje.   Lo bueno de esta carrera es que se vuelve de bajada a partir del kilómetro 29, una sola recta hasta el 42.  Lo peor ha pasado, y te ayuda porque la acabas con más confianza.  El clima se portó excelente, pensé que me daría frío, pero no fue necesario usar doble camiseta, ni manguitas, yo que soy friolenta me sentía super bien.  Lloviznó un poco, pero luego el sol me salió como en el kilómetro 30, solecito con clima fresquito.  Otro punto a favor.

En la meta (Foto de Antonym Muñoz)


En la meta (foto de Antonym Muñoz)


En la meta (foto de Antonym Muñoz)

En fin, aquí debo hacer un alto para comentar lo DIVINA que es la gente en Medellín.  Este es un evento casi cultural para la ciudad y no sé si todo el mundo, pero mucha gente sale a la calle a animar.  MUCHA.  Perdí la cuenta de la cantidad de manos que choqué, de lo que “medio bailé” con las pequeñas bandas de música, los “TERE” y “PANAMÁ” que me gritaron desconocidos, con banderas de México, República Dominicana, Venezuela, e incluso algunos panameños en la ruta (como el chico del sweter del circuito Asics, panameño limpio!).  Ni hablar de los colombianos, habían muchas señoras mayores (o sea, más mayores que yo, jejejeje) animando, qué bellas, gritaban cosas como “hágale mija hágale”, “dele usted es una campeona”, cosas así.  Ya me habían contado que era así,  pero nada como vivirlo, no había visto cosa igual.  Siento en mi corazón que eso es lo que te lleva a terminar un maratón.  Ví a Fer en el kilómetro 41 (como siempre, se adelanta a animarme, porque sabe que me agoto al final), y ya ahí, el montón de gente en las aceras animando me llevó a la meta.  Por primera vez en mi vida, hice split negativo (la segunda parte del maratón más rápida que la primera), y por primera vez en mi vida pude “cerrar” en una carrera.  Ese pedacito final lo corrí con toda mi alma y corazón, 4:25:38 mi tiempo chip, bien parecido a lo que me dijo el Garmin 4:25:46, un beso a mi papá y llegué a la meta.  Qué carrerón!  Me salieron en el reloj como 200 metros más en la distancia, que considero normales, porque uno siempre corre algo más, y considerando que esta carrera es clasificatoria para el Maratón de Boston, pues no tenía nada que reprochar a la ruta. 


Llegué!!!  eran como las 11 a.m.







Si tengo que mencionar un aspecto a mejorar, pudo ser el tema de los baños.  No ví en la ruta (no sé si los había pero no ví) y en esta oportunidad LOS NECESITÉ.  Me sorprende haber corrido como 30 kilómetros con ganas de orinar, y bebiendo agua y gatorade.  Al inicio en el Parque de las Luces, había bastantes baños, pero no sé si eran suficientes para 13,000 corredores, considerando las largas filas; aquí asumo mi culpa y pienso que debí llegar más temprano.  Cuando corres 42k hay mucho que preparar; en esta ocasión no pude ni calentar.




Todo lo demás estuvo excelente.  Para todo maratonista panameño, creo que Medellín es una medalla que debe tener; un viaje corto (por suerte!), buenos precios, comida DELICIOSA, y una hermosa ciudad.  La recomiendo para quien quiere maratonear por primera vez, como mi amigo Alexis Bullen…  Yo que corrí mis primeras tres en Panamá, y he corrido ahora en Medellín, aprecio mucho más el esfuerzo de los panameños por correr y participar en estos eventos en nuestro país.  Aprecio mucho más la madrugadera del corredor panameño, incluso domingo, porque si sales tarde el calor te mata.  Aprecio mucho más a las poquísimas personas que salen a animar (muchas veces los mismos corredores, en mi caso, ni mi familia va a verme, mis hijos son dormilones vaya! Me apoyan desde las sábanas jeje).  Aprecio mucho más el esfuerzo que se hace en nuestro rico y delicioso clima.  Correr en Medellín me enseñó a apreciar mucho más a los corredores de mi país.  El que corre en Panamá, puede correr en cualquier lugar del mundo, comprobado.

Después de la carrera, chat para mis hijos, esperar a Alexis que hizo su primer maratón, y el merecido almuerzo con cerveza Club Colombia, por supuesto!! (recomendación del maestro cervecero Glenn).

Foto para Glenn ;)


Al día siguiente del maratón, me subí los 740 escalones del Peñol de Guatapé, me tomé la clásica michelada de mango, y al llegar a la cima (sin aire pero aún con piernas!) dí gracias a Dios por lo que tengo y lo que puedo hacer a mis 41 años.  Me encantó esa parte del paseo, así como ir a la réplica del pueblo del Peñol, una cosa divina para visitar y tomarse fotos.

El Peñol de Guatapé (foto de Britania Moreno)

740 escaloncitos post maratón para liberar el ácido láctico (foto de Britania Moreno)

Fer también vivió los 740 escalones (foto de Britania Moreno)

Deliciosas micheladas


Y el pueblo de Guatapé, un pintoresco sitio de pocos habitantes, cuyo principal atractivo son los zócalos que se aprecian en la fachada de todas las casas, que datan de principios del siglo XX; una belleza de sitio que recorrí solo un poco y al que me gustaría regresar.

Hermoso lugar Guatapé, quiero volver!


Abdiel Cianca el Chiri, Britania, Ruthy, Antonym y Yop! (foto de Britania Moreno)


Antes de terminar, quiero dar gracias a todos los que me enviaron su fuerza y buena vibra, lindos mensajes que me dieron confianza.  Gracias a mis amigos Yessika y Fernando “la banda de los fondos”, siempre pendientes de mí.  Gracias a todos los que me ofrecieron tips y ayuda en cuanto al clima, el viaje y tantos temas!  Gracias a Ruthy por estar pendiente de todo y todos para hacer memorable esta experiencia, Antonym, por complacernos a todos y tomar estas excelentes fotos, y el grupo super chévere con el que viajé: César, Vianey, Elsie, la banda chitreana de la princesita Britania, Seindy, Felicio, la sra Xiomara, Juan, Yenny, Jessica y José Ernesto, así como Yasmila y Uti, y sus hijos (super divertidos ), Alexis el nuevo maratonista, y el Chiri Abdiel Cianca, un maestro! Así se hacen amistades para toda la vida, muchas gracias! Muy especialmente, gracias a mis hijos que sobrevivieron super sin mí, uffff aliviada!!  A veces uno cree que es imprescindible, y está visto que no. Y gracias a mi Fer, por llevarme a correr como nunca con estas piernas flacas y sin fuerza, gracias por tener fe en mí (el coach makumbero agranda su leyenda, predijo 4:26 en este maratón, eres lo máximo!!).


Medellín, allá volveré a correr, lo sé.


domingo, 4 de diciembre de 2016

Lo más seguro que tiene un maratón es que no estamos seguros de nada

El domingo 27 de noviembre corrí el XL Maratón Internacional de Panamá.

Por tercera vez me apunté a la mayor prueba de exigencia que uno puede experimentar (al menos la gente normal como yo!); a pesar de que el año pasado luego del Maratón dije que no lo correría más nunca, siempre digo lo mismo y siempre caigo. 

He descubierto desde que inicié en el running hace apenas tres años, que soy una corredora de largas distancias y realmente me cuestan las carreras cortas, por lo que es “obligado matricularse” en el Maratón.  Mi distancia favorita son los 21km, pero hacer un Maratón al año se ha convertido en una prueba de que puedo sentir orgullo por mí misma; de que puedo lograr algo tan difícil como eso.

En esta oportunidad nuevamente seguí la dirección de mi entrenador (y novio) Fer, quien dejó de ser novio para convertirse en el señor policía medio regañón algunas veces, y comprensivo la mayoría del tiempo, pero quien en definitiva me fue llevando sin prisa pero sin pausa a mi objetivo que igual que el año pasado debía ser el bajar mi tiempo, lo que pudiera.  No iba a ser fácil, ya que el año pasado hice 4 hrs 51 min y prácticamente había llegado a mi “techo”, así que tocaría trabajar duro en ese pace que me permitiría lograr esa meta.  Habíamos decidido que iría a 6:30 minutos por kilómetro, SIN ACELERARME, ya que cualquier invento me pasaría factura después.  Paciencia, paciencia, paciencia fueron las palabras repetidas mil veces…  si de casualidad me quedaba gasolina después del kilómetro 32, entonces podría ir más rápido.


Mi entrenamiento específico consistió en 12 semanas en las que corrí entre 4 y 5 días por semana (el año pasado probé haciendo 16 semanas, y para el final, terminé agotada y aburrida).  He aprendido que mi cuerpo necesita descanso y es vital para mí tener más de un día a la semana para recuperar, adicional a que soy humana y mamá, y necesito tiempo para hacer otras cosas.  No todos somos iguales, y no soy quién para dar consejos, pero indudablemente tener tiempo de descanso me ha ayudado a progresar en el running. Por supuesto, sé que los corredores con metas más ambiciosas que las mías entrenan casi a diario; yo simplemente soy feliz con poder mejorar carrera a carrera y siempre poniéndome metas.  Lo importante es intentar hacer mi mejor esfuerzo SIEMPRE; el día que deje de hacerlo, ya mejor dejo de correr.

Entrenar un maratón, incluso para alguien normal y recreativo como yo, implica hacer ciertos sacrificios:  dejar de asistir a compromisos nocturnos “porque mañana hay fondo y hay que dormir temprano”, admiro a los que pueden hacerlo, yo me muero de sueño y cansancio; madrugar sábados y domingos más que en semana, y toca entonces intentar dormir siesta para compensar.  En mi caso también tengo compromisos ineludibles, como las fiestas patrias, donde ya van dos años que mi semana más cargada de kilómetros pre maratón es la que coincide con acompañar a mis hijos a marchar… ni modo, no hubo descanso esos días!  O como cuando mi hija se va a un quinceaños y me toca despertar en la madrugada a esperarla (y luego levantarme un par de horas después para ir a correr).  En fin, cuando estás entrenando para maratón hay que hacerlo.

Como dije antes, mi entrenamiento consistió en 12 semanas, de las cuales 9 fueron progresivamente intensas, y ya las últimas 3 de bajada o “tapering”.  Cuando Fer y yo nos sentamos a hablar del plan, lo primero fue definir los fondos de fin de semana, y qué carreras me interesaba realmente correr, para ajustar esos fondos.  Por esta razón, por ejemplo, el día de los 21k de Gamboa, realmente corrí 24k, que era el fondo que me tocaba aquel día.  No importa si estaba partido el training, la cosa era correr.  Hacer carreras en medio del entrenamiento de maratón me da pequeñas motivaciones extra, siempre que las pueda correr a un ritmo que me exija.  Hacer Gamboa en octubre me daba ese chance, y todavía recuperarme del esfuerzo.  Luego, semana tras semana iban apareciendo los training, que consistieron en series, cambios de ritmo, lomas y fondos, bien variado para no desanimarme, aparte de intentar hacer gimnasio y piscina una vez por semana.

Por primera vez este año, hice todas las sesiones de entrenamiento,  no perdí ninguna! Esto gracias a que entreno por la mañana.  Excepto por la semana de maratón, que fue la del Huracán Otto, no me llovió casi nunca, y el entrenar con días libres de por medio siempre da la oportunidad de cambiar el día de entrenamiento y no perderlo.  Orgullosamente, cumplí el 100% de mi entrenamiento, 606 kilómetros en estas 12 semanas, incluyendo el día de la carrera.  Ayuda a sentirse un poco más seguro, el saber que entrenaste a conciencia.  Otro factor importante que me ayudó a cumplir el entrenamiento, fue el no lesionarme ni resfriarme.  Siempre estuve pendiente de cualquier dolor que pudiera afectarme; prefiero descansar una lesión leve un par de días, que quedar varada semanas o meses (dura lección aprendida de hace dos años).  Por suerte, mis piernas y rodillas se portaron excelente, me cuidé y eso también rindió frutos.  Tengo muy claro que jamás iría lesionada a una carrera (mucho menos un maratón), siempre habrá tiempo para correr.

También me dio mucha seguridad en el maratón la ingesta de geles e hidratación, lo que practiqué religiosamente en cada fondo realizado, y en el tiempo que correspondía.  En mi primer maratón no seguí un protocolo definido e hice lo que pude al respecto; el año pasado iba con gomitas y pretzels, que considero me ayudó pero no fue suficiente.  Este año por primera vez llevé geles y me fue infinitamente mejor, habrá que afinar un poco para el futuro, pero ya sé que me funciona, cero dolor de estómago, en fin, me fue super bien con ellos.  Siempre será mejor para mí comerme un pedazo de lechona y una carimañola jejeje pero el gel en un pequeño sobre provee al corredor de la energía necesaria, siempre que se ingieran en el momento preciso.  Para compensar tanto sabor dulzón, llevaba unos cuantos pretzels, que en el kilómetro 32 del maratón me supieron a gloria.  En el tema de los geles obtuve asesoría a distancia del sobrino de Fer, Carlos Revuelta, que es un genio para esos temas, millón de gracias para él J.


Puedo concluir entonces que en los fondos largos se debe practicar exactamente TODO!  Alimentación, hidratación, ropa, zapas; incluso el desayuno antes de salir, no se puede dejar nada al azar.  Esto da una seguridad enorme, y te ayuda a ir más tranquilo, si cabe.

Con mi amigo Fernando Mojica

El día del maratón no dormí nada, creo que dormí unas tres o cuatro horas solamente.  Admito que cuando se acerca la fecha, me pongo muy nerviosa, y creo que me seguirá ocurriendo.  Amanecí con dolor de estómago (de la tensión), y un poco malhumorada porque llovía, y yo detesto correr con lluvia (no me imaginaba haciendo el maratón en esas condiciones). Fer me recogió a las 3:45 a.m. y pusimos rumbo a la Cinta Costera.  De allí hasta el momento de la salida a las 5:00 a.m. solo recuerdo haberme encontrado con gente que aprecio, un poco de calentamiento, y listo!  Arrancó el maratón!  La meta, y según el ritmo previsto, era llegar entre 4:32 y 4:38, pero si no lo cumplía, siempre tuve claro que al menos debía bajar de los 4:51 del año pasado.  No tenía mucho margen de error, así que no sabía si lo lograría.  Lo más seguro que tiene un maratón es que no estamos seguros de nada.  Por más que entrenes, no tienes idea de cómo acabará todo.


Domingo me acompañó los primeros kilómetros

Puedo decir que logré pasar la Cinta Costera, Paitilla, Vía Israel, Atlapa, Vía Cincuentenario y Panamá Viejo super bien.  Durante esos primeros 21 km iba todo bajo control, gracias a que mi Garmin iba super vigilado (soy esclava de mi reloj, lo siento, pero sí).  Me aceleré levemente algunas veces pero cuando me daba cuenta, todo volvía a la “normalidad”.  La cosa fue entrar al cuco:  Costa del Este.  El año pasado fue durísimo entrar y salir de allí, así que esta vez, iba predispuesta y preparada (digo yo!).  No me fue tan mal allí este año, pero puedo decir que a partir del kilómetro 30 se volvió dura la cosa para mí, y simplemente iba kilómetro a kilómetro intentando sobrevivir sin caminar.


Cuando finalmente salí de Costa del Este, y desde Panamá Viejo emprendí el camino de regreso hacia la meta, físicamente me empecé a sentir agotada, ya bajando la velocidad prevista para poder resistir lo que quedaba.  No era lo que tenía pensado, pero prefería hacer eso a tener que caminar; no quería tirar al traste la meta propuesta, no aún. Así que, así lo hice. Este año, la peor parte para mí fue Vía Cincuentenario hasta la altura de Atlapa.  Es en estos kilómetros que uno se cuestiona: “qué hago aquí, no corro esta vaina más!”, “me quiero ir para mi casa, me duele todo!”.  La mente es poderosa, pero tocaba ignorarla.  Cuando pasé por el punto de relevos en Atlapa y ví a Argelia y Anabel gritando, me animé un poco, y  al ver que faltaba poco para llegar, le pedí a mis piernas que me ayudaran a terminar. Los últimos dos kilómetros se me hicieron ETERNOS, pero bueno, eso siempre me pasa, corra 10, 21 ó 42.  Ya quería llegar, ya quería ver a mi hijo que se supone me estaría esperando en la meta, si es que se levantaba a tiempo y lograba llegar. 


Aquí hago un alto para agradecer a la gente que estuvo a lo largo del camino, gente de teams de corredores, conocidos y anónimos, que nos brindaron palabras de aliento, hielo, agua, geles, guayabitas, etc. Fueron lo máximo.  Recuerdo especialmente a la gente del team Manda que sin conocerme me brindaron apoyo y Coca Cola en Costa del Este, casi me muero de amor (la Coca Cola más deliciosa y fría que he bebido je je) y a la banda Nyeupe Timu que estaban en todos lados animando (en verdad estoy super agradecida con todo el team porque animaron buco por todos lados, literalmente ví a Lorena “materializarse” en cada esquina mientras nos animaba jajaja!).  Mi amiga Yessika Chávez anduvo en bici todo el maratón (bella, muchas gracias por todo, me sentí muy segura sabiendo que estabas cerca). Y bueno, Fer, que hizo este maratón en bicicleta, parando en algunos puntos para tomarme fotos, preguntarme cómo me sentía, darme ánimos, e incluso me sacó un videíto que anda  por ahí (pasando pena) gracias cielo por tu apoyo!  Te dije que tenemos que dividir esa medalla.


Me sentí feliz y a la vez aliviada de llegar a la meta.  4:38:19, prueba superada y meta cumplida.  Lo mejor de la meta fue ver a mis dos hijos, Fer y Sofy, mis dormilones que jamás van a mis carreras porque ODIAN levantarse temprano (ellos me apoyan entre las sábanas, dicen jajajaja), gracias por ir.

La verdad 4:38 es un tiempo normalón, nada wao, pero del que me siento muy orgullosa. Es lo que en este momento y a la edad que tengo mis piernas pueden realizar.  Por lo tanto, admiro mucho a las grandes corredoras de Panamá, sobre todo a las de 40 que llevan muchos muchos años corriendo, pero viendo que hace tres años yo solo caminaba y le tenía miedo a trotar porque no podía respirar, ha sido un buen esfuerzo.  Por supuesto, SIEMPRE busco mejorar aunque sea un minuto, le da un sentido a mi training y me da motivación.

Fer y Sofy me recibieron
Me hicieron unos hermosos letreros

Para terminar, me llevé la sorpresa de quedar 8va en la categoría 17-49 años, fue increíble.  La verdad fue gracioso porque, como no se me ocurrió que había hecho un buen tiempo, ni había visto la lista de resultados.  La cosa fue que me dí cuenta cuando me llamaron, el hombre del micrófono dice “usted no quiere plata” jajaja la verdad bien emocionante pero bien inesperado, e incluso admito que me sentí un poco colada subida al podio al lado de esas grandes mujeres.


De la organización, sólo opinaré puntualmente lo que a mí respecta; no puedo hablar por otros.  A mí me fue muy bien.  He aprendido en estos tres años corriendo, que de nada sirve un sweter pritti y una bonita medalla, si al final te toca correr de menos o de más (da rabia y peor en un maratón!), o si no tienes agua.  A pesar de que el año pasado me quedé sin agua en dos puntos de hidratación puntualmente, este año me arriesgué a correr sin botellitas, a la espera del agua de los puntos de hdratación, y no me decepcionaron.  Cada vez se afina más esta organización!  La ruta exactita como siempre, no hubo queja.  Me encantó ver los letreros del kilometraje, cuadraditos con mi reloj.  Para mí se ha vuelto importante  conocerme bien la ruta, dados mis populares problemas de despiste, jejej.  Creo que si tuviese que buscar un punto a mejorar para que se revisara a futuro, sería el de los carros  pasando en un par de puntos muy cerca de los corredores (ojo, hablo de mi experiencia). Pero en general, quedé muy satisfecha, y sin dudarlo la correré de nuevo.  Un poroto para Corredores del Istmo y mi querido Fernando Blanco.

Este relato se lo dedico a Domingo Wong, y a Boris Moreno, dos guerrilleros que hicieron este año su primer maratón (espero de verdad verlos de nuevo en el ruedo!!), a Fernando Mojica, mi pacer estrella y partner en los fondos largos, gracias por nunca abandonarme, a mis amigas Yadira Ortega y Jennifer Lorena Roberts, me encantaría verlas en el 2017, solo es cuestión de que se lo propongan, y a mi Fernando Revuelta, mi compinche en esta locura, mi coach señor policía, gracias por tanto, confío mucho en tí, y me uno a los que dicen que deberías entrenar gente, mírame!! No me ha ido mal!!


La verdad es que si yo pudiera motivar a una sola persona, a una!! a empezar a entrenar, a correr una carrera corta, a salir de la zona de confort, me sentiré muy feliz.  Nadie dijo que sería fácil, pero sí se puede, si de veras lo quieres.  Hay que ir pasito a paso, sobre todo cuando trabajas y tienes una familia a la que dar tu tiempo.  El running brinda salud, relajación y felicidad a quien lo practica, y si uno es feliz, puede brindar felicidad a otros. Ojalá en el 2017 haya más personas que pongan el ejercicio físico dentro de sus metas de salud, y si se propusieron correr, o volver a correr, mucho mejor!