domingo, 4 de diciembre de 2016

Lo más seguro que tiene un maratón es que no estamos seguros de nada

El domingo 27 de noviembre corrí el XL Maratón Internacional de Panamá.

Por tercera vez me apunté a la mayor prueba de exigencia que uno puede experimentar (al menos la gente normal como yo!); a pesar de que el año pasado luego del Maratón dije que no lo correría más nunca, siempre digo lo mismo y siempre caigo. 

He descubierto desde que inicié en el running hace apenas tres años, que soy una corredora de largas distancias y realmente me cuestan las carreras cortas, por lo que es “obligado matricularse” en el Maratón.  Mi distancia favorita son los 21km, pero hacer un Maratón al año se ha convertido en una prueba de que puedo sentir orgullo por mí misma; de que puedo lograr algo tan difícil como eso.

En esta oportunidad nuevamente seguí la dirección de mi entrenador (y novio) Fer, quien dejó de ser novio para convertirse en el señor policía medio regañón algunas veces, y comprensivo la mayoría del tiempo, pero quien en definitiva me fue llevando sin prisa pero sin pausa a mi objetivo que igual que el año pasado debía ser el bajar mi tiempo, lo que pudiera.  No iba a ser fácil, ya que el año pasado hice 4 hrs 51 min y prácticamente había llegado a mi “techo”, así que tocaría trabajar duro en ese pace que me permitiría lograr esa meta.  Habíamos decidido que iría a 6:30 minutos por kilómetro, SIN ACELERARME, ya que cualquier invento me pasaría factura después.  Paciencia, paciencia, paciencia fueron las palabras repetidas mil veces…  si de casualidad me quedaba gasolina después del kilómetro 32, entonces podría ir más rápido.


Mi entrenamiento específico consistió en 12 semanas en las que corrí entre 4 y 5 días por semana (el año pasado probé haciendo 16 semanas, y para el final, terminé agotada y aburrida).  He aprendido que mi cuerpo necesita descanso y es vital para mí tener más de un día a la semana para recuperar, adicional a que soy humana y mamá, y necesito tiempo para hacer otras cosas.  No todos somos iguales, y no soy quién para dar consejos, pero indudablemente tener tiempo de descanso me ha ayudado a progresar en el running. Por supuesto, sé que los corredores con metas más ambiciosas que las mías entrenan casi a diario; yo simplemente soy feliz con poder mejorar carrera a carrera y siempre poniéndome metas.  Lo importante es intentar hacer mi mejor esfuerzo SIEMPRE; el día que deje de hacerlo, ya mejor dejo de correr.

Entrenar un maratón, incluso para alguien normal y recreativo como yo, implica hacer ciertos sacrificios:  dejar de asistir a compromisos nocturnos “porque mañana hay fondo y hay que dormir temprano”, admiro a los que pueden hacerlo, yo me muero de sueño y cansancio; madrugar sábados y domingos más que en semana, y toca entonces intentar dormir siesta para compensar.  En mi caso también tengo compromisos ineludibles, como las fiestas patrias, donde ya van dos años que mi semana más cargada de kilómetros pre maratón es la que coincide con acompañar a mis hijos a marchar… ni modo, no hubo descanso esos días!  O como cuando mi hija se va a un quinceaños y me toca despertar en la madrugada a esperarla (y luego levantarme un par de horas después para ir a correr).  En fin, cuando estás entrenando para maratón hay que hacerlo.

Como dije antes, mi entrenamiento consistió en 12 semanas, de las cuales 9 fueron progresivamente intensas, y ya las últimas 3 de bajada o “tapering”.  Cuando Fer y yo nos sentamos a hablar del plan, lo primero fue definir los fondos de fin de semana, y qué carreras me interesaba realmente correr, para ajustar esos fondos.  Por esta razón, por ejemplo, el día de los 21k de Gamboa, realmente corrí 24k, que era el fondo que me tocaba aquel día.  No importa si estaba partido el training, la cosa era correr.  Hacer carreras en medio del entrenamiento de maratón me da pequeñas motivaciones extra, siempre que las pueda correr a un ritmo que me exija.  Hacer Gamboa en octubre me daba ese chance, y todavía recuperarme del esfuerzo.  Luego, semana tras semana iban apareciendo los training, que consistieron en series, cambios de ritmo, lomas y fondos, bien variado para no desanimarme, aparte de intentar hacer gimnasio y piscina una vez por semana.

Por primera vez este año, hice todas las sesiones de entrenamiento,  no perdí ninguna! Esto gracias a que entreno por la mañana.  Excepto por la semana de maratón, que fue la del Huracán Otto, no me llovió casi nunca, y el entrenar con días libres de por medio siempre da la oportunidad de cambiar el día de entrenamiento y no perderlo.  Orgullosamente, cumplí el 100% de mi entrenamiento, 606 kilómetros en estas 12 semanas, incluyendo el día de la carrera.  Ayuda a sentirse un poco más seguro, el saber que entrenaste a conciencia.  Otro factor importante que me ayudó a cumplir el entrenamiento, fue el no lesionarme ni resfriarme.  Siempre estuve pendiente de cualquier dolor que pudiera afectarme; prefiero descansar una lesión leve un par de días, que quedar varada semanas o meses (dura lección aprendida de hace dos años).  Por suerte, mis piernas y rodillas se portaron excelente, me cuidé y eso también rindió frutos.  Tengo muy claro que jamás iría lesionada a una carrera (mucho menos un maratón), siempre habrá tiempo para correr.

También me dio mucha seguridad en el maratón la ingesta de geles e hidratación, lo que practiqué religiosamente en cada fondo realizado, y en el tiempo que correspondía.  En mi primer maratón no seguí un protocolo definido e hice lo que pude al respecto; el año pasado iba con gomitas y pretzels, que considero me ayudó pero no fue suficiente.  Este año por primera vez llevé geles y me fue infinitamente mejor, habrá que afinar un poco para el futuro, pero ya sé que me funciona, cero dolor de estómago, en fin, me fue super bien con ellos.  Siempre será mejor para mí comerme un pedazo de lechona y una carimañola jejeje pero el gel en un pequeño sobre provee al corredor de la energía necesaria, siempre que se ingieran en el momento preciso.  Para compensar tanto sabor dulzón, llevaba unos cuantos pretzels, que en el kilómetro 32 del maratón me supieron a gloria.  En el tema de los geles obtuve asesoría a distancia del sobrino de Fer, Carlos Revuelta, que es un genio para esos temas, millón de gracias para él J.


Puedo concluir entonces que en los fondos largos se debe practicar exactamente TODO!  Alimentación, hidratación, ropa, zapas; incluso el desayuno antes de salir, no se puede dejar nada al azar.  Esto da una seguridad enorme, y te ayuda a ir más tranquilo, si cabe.

Con mi amigo Fernando Mojica

El día del maratón no dormí nada, creo que dormí unas tres o cuatro horas solamente.  Admito que cuando se acerca la fecha, me pongo muy nerviosa, y creo que me seguirá ocurriendo.  Amanecí con dolor de estómago (de la tensión), y un poco malhumorada porque llovía, y yo detesto correr con lluvia (no me imaginaba haciendo el maratón en esas condiciones). Fer me recogió a las 3:45 a.m. y pusimos rumbo a la Cinta Costera.  De allí hasta el momento de la salida a las 5:00 a.m. solo recuerdo haberme encontrado con gente que aprecio, un poco de calentamiento, y listo!  Arrancó el maratón!  La meta, y según el ritmo previsto, era llegar entre 4:32 y 4:38, pero si no lo cumplía, siempre tuve claro que al menos debía bajar de los 4:51 del año pasado.  No tenía mucho margen de error, así que no sabía si lo lograría.  Lo más seguro que tiene un maratón es que no estamos seguros de nada.  Por más que entrenes, no tienes idea de cómo acabará todo.


Domingo me acompañó los primeros kilómetros

Puedo decir que logré pasar la Cinta Costera, Paitilla, Vía Israel, Atlapa, Vía Cincuentenario y Panamá Viejo super bien.  Durante esos primeros 21 km iba todo bajo control, gracias a que mi Garmin iba super vigilado (soy esclava de mi reloj, lo siento, pero sí).  Me aceleré levemente algunas veces pero cuando me daba cuenta, todo volvía a la “normalidad”.  La cosa fue entrar al cuco:  Costa del Este.  El año pasado fue durísimo entrar y salir de allí, así que esta vez, iba predispuesta y preparada (digo yo!).  No me fue tan mal allí este año, pero puedo decir que a partir del kilómetro 30 se volvió dura la cosa para mí, y simplemente iba kilómetro a kilómetro intentando sobrevivir sin caminar.


Cuando finalmente salí de Costa del Este, y desde Panamá Viejo emprendí el camino de regreso hacia la meta, físicamente me empecé a sentir agotada, ya bajando la velocidad prevista para poder resistir lo que quedaba.  No era lo que tenía pensado, pero prefería hacer eso a tener que caminar; no quería tirar al traste la meta propuesta, no aún. Así que, así lo hice. Este año, la peor parte para mí fue Vía Cincuentenario hasta la altura de Atlapa.  Es en estos kilómetros que uno se cuestiona: “qué hago aquí, no corro esta vaina más!”, “me quiero ir para mi casa, me duele todo!”.  La mente es poderosa, pero tocaba ignorarla.  Cuando pasé por el punto de relevos en Atlapa y ví a Argelia y Anabel gritando, me animé un poco, y  al ver que faltaba poco para llegar, le pedí a mis piernas que me ayudaran a terminar. Los últimos dos kilómetros se me hicieron ETERNOS, pero bueno, eso siempre me pasa, corra 10, 21 ó 42.  Ya quería llegar, ya quería ver a mi hijo que se supone me estaría esperando en la meta, si es que se levantaba a tiempo y lograba llegar. 


Aquí hago un alto para agradecer a la gente que estuvo a lo largo del camino, gente de teams de corredores, conocidos y anónimos, que nos brindaron palabras de aliento, hielo, agua, geles, guayabitas, etc. Fueron lo máximo.  Recuerdo especialmente a la gente del team Manda que sin conocerme me brindaron apoyo y Coca Cola en Costa del Este, casi me muero de amor (la Coca Cola más deliciosa y fría que he bebido je je) y a la banda Nyeupe Timu que estaban en todos lados animando (en verdad estoy super agradecida con todo el team porque animaron buco por todos lados, literalmente ví a Lorena “materializarse” en cada esquina mientras nos animaba jajaja!).  Mi amiga Yessika Chávez anduvo en bici todo el maratón (bella, muchas gracias por todo, me sentí muy segura sabiendo que estabas cerca). Y bueno, Fer, que hizo este maratón en bicicleta, parando en algunos puntos para tomarme fotos, preguntarme cómo me sentía, darme ánimos, e incluso me sacó un videíto que anda  por ahí (pasando pena) gracias cielo por tu apoyo!  Te dije que tenemos que dividir esa medalla.


Me sentí feliz y a la vez aliviada de llegar a la meta.  4:38:19, prueba superada y meta cumplida.  Lo mejor de la meta fue ver a mis dos hijos, Fer y Sofy, mis dormilones que jamás van a mis carreras porque ODIAN levantarse temprano (ellos me apoyan entre las sábanas, dicen jajajaja), gracias por ir.

La verdad 4:38 es un tiempo normalón, nada wao, pero del que me siento muy orgullosa. Es lo que en este momento y a la edad que tengo mis piernas pueden realizar.  Por lo tanto, admiro mucho a las grandes corredoras de Panamá, sobre todo a las de 40 que llevan muchos muchos años corriendo, pero viendo que hace tres años yo solo caminaba y le tenía miedo a trotar porque no podía respirar, ha sido un buen esfuerzo.  Por supuesto, SIEMPRE busco mejorar aunque sea un minuto, le da un sentido a mi training y me da motivación.

Fer y Sofy me recibieron
Me hicieron unos hermosos letreros

Para terminar, me llevé la sorpresa de quedar 8va en la categoría 17-49 años, fue increíble.  La verdad fue gracioso porque, como no se me ocurrió que había hecho un buen tiempo, ni había visto la lista de resultados.  La cosa fue que me dí cuenta cuando me llamaron, el hombre del micrófono dice “usted no quiere plata” jajaja la verdad bien emocionante pero bien inesperado, e incluso admito que me sentí un poco colada subida al podio al lado de esas grandes mujeres.


De la organización, sólo opinaré puntualmente lo que a mí respecta; no puedo hablar por otros.  A mí me fue muy bien.  He aprendido en estos tres años corriendo, que de nada sirve un sweter pritti y una bonita medalla, si al final te toca correr de menos o de más (da rabia y peor en un maratón!), o si no tienes agua.  A pesar de que el año pasado me quedé sin agua en dos puntos de hidratación puntualmente, este año me arriesgué a correr sin botellitas, a la espera del agua de los puntos de hdratación, y no me decepcionaron.  Cada vez se afina más esta organización!  La ruta exactita como siempre, no hubo queja.  Me encantó ver los letreros del kilometraje, cuadraditos con mi reloj.  Para mí se ha vuelto importante  conocerme bien la ruta, dados mis populares problemas de despiste, jejej.  Creo que si tuviese que buscar un punto a mejorar para que se revisara a futuro, sería el de los carros  pasando en un par de puntos muy cerca de los corredores (ojo, hablo de mi experiencia). Pero en general, quedé muy satisfecha, y sin dudarlo la correré de nuevo.  Un poroto para Corredores del Istmo y mi querido Fernando Blanco.

Este relato se lo dedico a Domingo Wong, y a Boris Moreno, dos guerrilleros que hicieron este año su primer maratón (espero de verdad verlos de nuevo en el ruedo!!), a Fernando Mojica, mi pacer estrella y partner en los fondos largos, gracias por nunca abandonarme, a mis amigas Yadira Ortega y Jennifer Lorena Roberts, me encantaría verlas en el 2017, solo es cuestión de que se lo propongan, y a mi Fernando Revuelta, mi compinche en esta locura, mi coach señor policía, gracias por tanto, confío mucho en tí, y me uno a los que dicen que deberías entrenar gente, mírame!! No me ha ido mal!!


La verdad es que si yo pudiera motivar a una sola persona, a una!! a empezar a entrenar, a correr una carrera corta, a salir de la zona de confort, me sentiré muy feliz.  Nadie dijo que sería fácil, pero sí se puede, si de veras lo quieres.  Hay que ir pasito a paso, sobre todo cuando trabajas y tienes una familia a la que dar tu tiempo.  El running brinda salud, relajación y felicidad a quien lo practica, y si uno es feliz, puede brindar felicidad a otros. Ojalá en el 2017 haya más personas que pongan el ejercicio físico dentro de sus metas de salud, y si se propusieron correr, o volver a correr, mucho mejor!